En la dieta mediterránea no pueden faltar los garbanzos, tradicionales también en la cocina asiática. Como legumbres constituyen una buena fuente de proteínas (20%), aunque sobre todo destacan por su aporte de hidratos de carbono complejos (48%), que procuran energía de forma gradual.
Los garbanzos procuran también abundante fibra (9,5%), lo que mejora el tránsito intestinal y enlentece aún más la absorción de los hidratos de carbono. En vitaminas y minerales no se quedan rezagados. Son ricos en fósforo (428 mg/100 g), hierro (6,5 mg) y magnesio (108 mg), así como en vitaminas del grupo B (una ración de 80 gramos cubre más de la cuarta parte de las necesidades diarias de B1, B6 y ácido fólico).
Para cocerlos se dejan en remojo toda la noche. En forma de paté o humus, como se preparan en Oriente Medio, resultan más digestivos
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